Este fin de semana, los corazones se unieron en el auditorio La Isla para recibir a la cantautora Lila Downs. Su voz, como un río que fluye entre las montañas, resonó en cada rincón, llevando consigo la esencia de la música mexicana y un homenaje profundo a su compañero de vida, Paul Cohen, quien partió en el 2022.
El reloj marcaba las 20:30 horas cuando los focos se encendieron y el público, expectante, se sumergió en la magia de “La Sánchez” que forma parte de su nuevo álbum. Lila abrió el concierto con la canción “Dignificada”, un tributo a Digna Ochoa, la abogada y defensora de los derechos humanos. La letra hablaba de lucha y dignidad, un canto en honor al Día de la Mujer, fecha que cobraba vida en ese instante.
La ganadora de un Grammy no solo cantó, sino que también compartió sus pensamientos con el público. Habló de la independencia de la mujer, de esa fuerza que surge en medio de las circunstancias más difíciles. El auditorio escuchaba atentamente, como si cada palabra fuera un suspiro compartido.
Durante dos horas mágicas, las notas auténticas de México se entrelazaron con la voz única y conmovedora de Lila. Fusionó géneros, creando un collage sonoro que nos transportó desde los campos de Oaxaca hasta las calles de la Ciudad de México. Su voz, un regalo divino, llenó el espacio y se convirtió en el hilo que unía a todos los presentes.
El carisma de la cantante hizo que nadie permaneciera sentado en su silla. El ritmo se apoderó de los cuerpos, y las melodías se convirtieron en un llamado a la danza. “Dos Corazones”, “Ni Maíz el Último Trago”, y “Toda la Noche” resonaron en el auditorio, como si el tiempo se detuviera y solo existiera la música.
Pero también hubo momentos de introspección. Canciones como “Zapata se Queda” y “Mezcalito”, parte del disco “Pecados y Milagros”, que nos llevaron a reflexionar sobre la vida, la muerte y la pasión que arde en cada acorde.
Y entonces llegó el clímax. “Hanal Weech”, una cumbia en maya, nos arrancó de las butacas. Todos se pusieron de pie, como si la tierra misma nos llamara a danzar. Lila Downs, con su voz ancestral, nos recordó que la música es un puente que conecta el pasado con el presente, y que en cada nota, en cada palabra, hay un pedacito de eternidad.
Así concluyó el concierto, con aplausos, lágrimas y corazones latiendo al unísono. Lila Downs, la mujer que ha convertido la música regional mexicana en un tesoro universal, nos dejó con la certeza de que el arte trasciende el tiempo y nos une en un abrazo eterno.
Afrodita Magazine Foto y videos / Luis Payán Polanco
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